Por Nuria Luis
El street style es testigo en primera persona de que los errores de estilismo son mucho más habituales de lo que parece y que, en líneas generales, la frontera entre el éxito y el fracaso (estilístico) es a veces muy, muy difusa. También que es algo muy personal: resulta inevitable recordar por ejemplo, el choque entre Sylvie y Emily en Emily in Paris a todos los efectos, tanto de guardarropa como de comportamiento, y cómo Sylvie la define como ‘la plouc’ (algo así como ‘paleta’). A pesar del sencillo ejercicio que supone (a priori) vestirse cada día, existen determinados detalles y combinaciones de prendas, accesorios y colores que pueden dar una apariencia no deseada.
No todo el mundo tiene el sentido del estilo tan agudizado ni mucho menos, ha nacido siendo estilista, por eso este tipo de equivocaciones se encuentran a la vuelta de la esquina para todo el mundo. En este sentido, hemos querido recopilar algunos de los errores de estilismo que pueden arruinar cualquier look en un momento. Y en la mayoría de los casos, el secreto radica en el equilibrio y en hacer un ejercicio de sentido común.
Puede parecer algo muy, muy obvio. Pero ante el tema de la talla, la realidad es que más de una vez nos dejamos llevar por el número que cuelga de la etiqueta. Con la diferencia que puede haber de una tienda a otra, esto resulta a veces inevitable. Un número de talla no nos define, por eso en su lugar debemos tener más en cuenta la prenda que más nos favorece y sobre todo con la que más cómodas nos encontremos. Esto se traduce de igual modo a la hora de comprar: si un zapato nos queda demasiado grande, o nos aprieta, o un pantalón nos queda demasiado ajustado, mejor dejarlo en su estante, por mucho que nos haya gustado.
Como decía Marina Valera en un tema de 2017, apostar por el oversize no consiste en comprarse una prenda dos tallas más grande, sino en dar con la pieza adecuada. El oversize guarda más relación con un patronaje específico, con unas sisas más amplias, una largura mayor pero con los puños en su sitio, cuando se trata de una chaqueta. Con un básico oversize como punto de partida, el error de estilismo que conviene evitar es incluir otro del mismo tipo en el look: mejor apostar por una cuestión de proporciones y elegir, por ejemplo, un jersey o una camiseta más ajustada, tipo crop top y un bolso más bien pequeño.
Lo sabemos, a veces sacar la plancha puede ser una tarea ardua, pero a efectos visuales, pocos gestos pueden arruinar un estilismo hasta tal punto como el llevar una camiseta o una blusa que presenta arrugas por todas partes. Aunque ha sido una tendencia en sí misma, pocos atuendos hay tan sencillos e impecables como unos vaqueros y una camisa que está perfectamente planchada.
Las transparencias son un arma de doble filo a nivel estilístico: pueden quedar muy bien con nuestros básicos favoritos de fondo de armario, pero también pueden arruinarlos si los combinamos con una lencería que no es la adecuada. Los sujetadores con tirantes transparentes hace años que están desterrados, así como apostar por un sujetador que no es del tono ‘nude’ adecuado. Ante la duda, mejor decantarnos por una blusa o un vestido con transparencias y un sujetador bonito negro por debajo.
La combinación de diferentes estampados es todo un arte que puede quedar genial, pero que también puede arruinar cualquier look en tiempo récord. A la vista nos encanta ver cómo se mezclan los motivos de flores con un estampado de leopardo o un animal print con una prenda de rayas. La idea es muy efectiva, cuando se domina este juego de alianzas. Ante la duda, es preferible decantarse por estampados pequeños y sobre todo, discretos. Y como mucho, dos: mejor si la prenda estampada en cuestión es de color oscuros o tonos más básicos. ¿Un ejemplo? Un pantalón de cuadros de gales con una camiseta marinera. O unos vaqueros con un jersey de rayas marineras o un abrigo con print de leopardo.
Todos conocemos la capacidad transformadora que tienen los complementos, pero hay una línea muy fina entre triunfar y fracasar con un estilismo en cuanto a este tipo de piezas se refiere. La máxima de “menos es más” funciona en este aspecto como un mantra que debemos interiorizar: resulta más conveniente incluir solamente los adecuados, y de manera armoniosa. Si los zapatos son los protagonistas del look, mejor dejar el bolso en un puesto secundario y apostar por uno más discreto. Lo mismo se traslada cuando incluimos joyas como unos pendientes XL o un collar llamativo: mejor darles un protagonismo completo dejando el resto del atuendo en un segundo plano.
Resulta difícil no picar en las tendencias de otoño o de primavera que más se llevan, pero para incluirlas en el armario es necesario poner en práctica el sentido común. Si se llevan, por ejemplo, los pantalones plateados y también las lentejuelas y los brillos, lo suyo sería un equilibrio para compensar el carácter tan festivo de ambos, como sumarles una siempre acertada prenda de punto. Además, también conviene hacer un ejercicio de autoconocimiento: ¿de verdad te vas a comprar una prenda, por mucho que se lleve, si no va con tu personalidad? Aquellas que más se adaptan a nuestro estilo son las que mejor vamos a defender a nivel estilístico.
Una de las normas de estilismo que marcó ese dress code no escrito durante décadas y que representa una regla de toda la vida que hay que romper: coordinar bolso y zapatos en el mismo color es un ejercicio desfasado que prioriza, en su lugar, alianzas cromáticas más interesantes que invitan a divertirse experimentando.
Otro de los trucos de estilismo que llegó para quedarse pero con el que hay que tener sumo cuidado: la superposición de capas es una solución estilística de lo más efectiva cuando se sabe manejar, pero que puede llevarnos a territorio pantanoso. Porque no vale cualquier layering. Como comentaba Cecilia Casero hace unos años, es mejor apostar por tonos neutros, para minimizar todo posible error de estilismo. Por ejemplo, los azules marinos, los grises y los beiges suelen funcionar bastante bien.
Somos conscientes de la evolución de las propias modas: si hace unos cuantos años imperaba el lujo silencioso que llevaba a lucir prendas de marcas de una manera muy discreta, la logomanía ha vuelto en las últimas temporadas a hacerse un hueco sobre la pasarela y en el street style. Hemos vuelto al barroquismo de los 80 cuando cada una de las prendas hacían ostentación de la tienda en la que se había comprado. Pero a efectos prácticos, abusar de los logos es un error de principiante: mejor en pequeñas dosis (como por ejemplo en broches), o al menos, en combinaciones más inteligentes, como dejarle protagonismo a un abrigo o unas medias.
Se trata de una cuestión de proporciones y de nuevo, de lógica: ¿qué sentido tiene llevar un bolso demasiado pequeño en el día, cuando no nos cabe todo lo que vamos a necesitar a lo largo de la jornada? En el mismo sentido, un bolso colosal para la noche puede arruinar también un sofisticado estilismo: mejor apostar por uno del tamaño preciso en el que llevemos lo imprescindible.
Por Tatiana Ojea
Ver fotos