La matemática Clara Grima visitará Galicia en febrero.
Es una de los 22 personas españolas que cambiarán el 22, según Forbes. Es profesora de Matemática Aplicada en la Universidad de Sevilla y estará el próximo 9 de febrero en Tomiño, en el Auditorio de Goián. En busca del grafo perdido, un mundo por descubrir, es el último libro de Clara Grima (Coria del Río, 1971), que adelanta en la lista de Forbes al streamer Ibai Llanos. Ella intenta demostrar que «a todo el mundo, en realidad, le gustan las matemáticas», que generan el 10 % del PIB español. «O mejoramos la educación de nuestros niños o van a estar condenados a la exclusión laboral», advierte.
—¿Por qué cuestan las matemáticas?
—Debido a la formación que hemos tenido, asociamos las matemáticas a hacer cuentas, cuentas, muchas cuentas... Y son lógica, deducción, intuición, creatividad... Sí llega un momento en el que hay que hacer cuentas, como las tiene que hacer un peluquero o un periodista. Cuando los matemáticos estamos en un grupo de investigación, y hemos exprimido la lógica y la intuición, hay que hacer las cuentas... ¡Y no lo quiere hacer nadie! Y digo: «Se lo dejamos al becario». Los temarios siguen siendo anticuados. Se incide mucho en el cálculo y perdemos la oportunidad en clase de Matemáticas de que los niños aprendan a pensar. La clase de Matemáticas es la clase de pensar.
—Pero a ti la fuerza de los números te acompaña desde siempre.
—En el cole mis clases favoritas eran el recreo y la de Matemáticas. Bueno, el recreo no era una clase... Pero, cuando estaba estudiando COU, no quería ser matemática, quería ser filósofa. Fue mi profesor de Filosofía el que, unos días antes de la selectividad, me preguntó: «¿Pero no te gustan tanto las matemáticas?». Le dije: «Antonio, me gustan las matemáticas y me gusta bailar, pero no quiero ser bailarina ni matemática, ¡quiero ser filósofa!». Y él, que sabía que en mi casa estábamos apretadillos de dinero, me dijo: «¿Por qué no estudias Matemáticas? Que te va a salir trabajo enseguida...». Y le hice caso y descubrí lo que eran las matemáticas de verdad. Aunque al principio me sentía como Alicia en el país de las maravillas. Me parecía que estaban todos chala’os.
—Eres de números, pero tu relato es muy literario, apasionado.
—El escalón más gordo que hay que subir al entrar en la facultad de Matemáticas es entender el lenguaje. Cuando lo entiendes... está hecho.
—Las madres y las abuelas eran grandes matemáticas en su manejo de la economía doméstica. Dices que las matemáticas están en nuestro día a día. ¿Dónde podemos verlas?
—En lo de las madres estoy de acuerdo. Mi madre trabajaba limpiando casas y mi padre en un taller, ganaban mucho menos que yo, y sacaron pa’lante seis hijos sin problema. Yo le digo: «Mamá, ni que fueras ministra de Economía...». Las matemáticas están en la ropa que llevas. No sé si alguna vez has intentado hacerte una prenda. Cuando haces una blusa, puedes coger las piezas del patrón de papel; son polígonos. Mi abuela le llamaba tasmear a cuadrar las piezas del patrón. Cuando hice mi tesis, me encontré con el problema de ubicar piezas ocupando el menor espacio posible. Y pensé: «¡Esto es lo que hacía mi abuela, tasmear!». Mi abuela hacía optimización geométrica. Lo que intentas con el patrón al hacer una blusa es colocar las piezas de papel sobre la tela de forma que lo aproveches al máximo. Si mi abuela hace un vestido, se pierde un poquito de tela y no pasa nada, pero si le pasa a Inditex se pueden perder millones. Las matemáticas están en el móvil que llevas. ¿Me puedes explicar cómo esa cajita hace fotos? Google es una obra de arte de las matemáticas. La cajita de plástico, gracias a las matemáticas y a la geometría, sabe tu ubicación, con mapas interiores, mapas de Voronoi. La ropa y las zapatillas que llevamos puestas, la tecnología, la tecnología de la ropa, son matemáticas. Casi todo lo que nos rodea, salvo los sentimientos, son matemáticas.
—¿No hay una matemática de los sentimientos?
—No. Si buscas en Google, encontrarás la ecuación del amor, pero los sentimientos no creo que sean algo algoritmizable.
—¿Qué es el anumerismo?
—No está en la RAE, pero supongo que lo incorporará. El anumerismo es la falta de conocimientos básicos en matemáticas. Sería lo análogo al analfabetismo cuando hablamos de leer y escribir. El anumerismo se ve en las colas de la lotería de Navidad, en cosas como que la gente cree que va a salir el 5 porque ha salido muchas veces. Ese anumerismo es inofensivo, pero hay un anumerismo peligroso: el de los préstamos rápidos de dinero que se anuncian por la tele. Y hay otro ejemplo de anumerismo en las Administraciones públicas: lo del sorteo de las plazas para el cole, cuando se saca una letra del abecedario. Esto es lo más injusto del mundo. Tú eres Abelenda y yo Grima, de apellido. Si viene alguien, sortea un millón entre las dos y para hacerlo saca una letra, ¿qué probabilidades tienes tú y qué probabilidades yo? Abelenda juega con la A. Pero si sale la B, es para Grima. Si salen B, C, D, E, F, G, con cualquiera de estas seis letras gana Grima. Si sale H, el premio es para Abelenda, y también es para ti si salen I, J, K, L, M, N, Ñ, O, P, Q, R, S, T, U, V, W, X, Y o Z. Conclusión: Grima solo juega con seis papeletas: B, C, D, E, F y G. El resto, 27 papeletas, son para Abelenda. ¿Es justo? Ese tipo de sorteo de la Administración es anumérico. Y hace daño, porque de ello puede depender la plaza de tu hijo.
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— Ellen Kincaid Sun Jul 07 03:49:00 +0000 2019
—¿Las matemáticas son lo contrario de la magia?
—Las matemáticas me parecen mágicas, pero se basan siempre en la evidencia. Cuando mis amigos me preguntaban qué había aprendido en la carrera, les decía: «A no creerme algo que no me demuestren». Los matemáticos saben plantear el problema y saben resolverlo.
—¿Resolverán la pandemia?
—No lo sé... La pandemia es un poliedro. Ahí están los sanitarios, dándolo todo ola tras ola. Y en esto entra en juego la política. Las matemáticas no sirven para los sentimientos y para la política tampoco. La política es imprevisible, como el amor y el fútbol. Los futbolistas tienen cansancio, tristeza o alegría... y de esto dependen los goles. El factor humano no es controlable.
—¿Los mejores matemáticos son personas, no máquinas?
—Sí, son personas. Las matemáticas son una obra de arte humana y solo los humanos hacemos matemáticas, pero para entender las matemáticas hay que entrenar a los niños y a las niñas desde chiquititos a ver la belleza de las matemáticas, que no está en las cuentas.
—¿Se siguen enseñando mal?
—Los programas son rígidos. Si entras en el nuevo plan de estudios de los bachilleratos, ya hay un bachillerato que estudia grafos. Esto es matemáticas: coger un grafo, pintar una situación y resolverla. Hay una frase de Pessoa que dice: «El binomio de Newton es tan bello como la Venus de Milo, pero hay es poca gente que pueda apreciarlo». Lo de «no me gustan las matemáticas» es parecido a «A los niños no les gusta la verdura». ¿Pero las has probado, las conoces bien? Hay un componente afectivo. En el escáner, el cerebro de un niño está tranquilo si le dicen: «Vamos a leer un cuento», pero si es: «Vamos a hacer un ejercicio de matemáticas» se le iluminan zonas del cerebro asociadas al dolor. Es algo que genera una ansiedad. Los niños en clase de Matemáticas deberían estar pasándoselo bien.
—¿Una niña que no es rápida calculando puede ser buena matemática?
—Claro que sí. La sociedad no necesita a alguien que sepa sumar de cabeza 7 + 8, sino a gente rápida relacionando, resolviendo problemas. Tenemos que detectar los talentos humanos que no tienen nada que ver con las máquinas. Lo esencial es encontrar una buena solución y un camino lógico y ordenado para llegar a ella.
—¿Por qué tememos al algoritmo?
—El algoritmo no es malo. Hay una gran cantidad de algoritmos que se dedican al diagnóstico de enfermedades, al desarrollo de herramientas contra en cáncer. El gran problema que tenemos hoy no es el covid, son las bacterias resistentes. Hay personas en el Instituto dede Massachusetts que están haciendo algoritmos de inteligencia artificial para diseñar antibióticos utilizando toda la potencia de las matemáticas. La mayoría de los algoritmos están trabajando para mejorar el mundo.
—¿Por qué crees que hay brecha de género en Matemáticas? ¿La hay?
—Vaya si la hay, y se está abriendo aún más. En el 89, creo que la proporción de hombres y mujeres era 50-50 %. Alrededor del 2000, los porcentajes eran 60 % mujeres y 40 % hombres. A partir del 2007, se empiezan a separar las curvas y ahora los hombres están cerca del 70 y las mujeres en el 30 %. Cuando las matemáticas se convirtieron en una profesión de éxito, de prestigio, que hace ganar dinero, subió la proporción de hombres. Es algo cultural, estoy convencida; no puede ser biológico ni genético, porque las cifras dicen que en los 80 había más mujeres que ahora en Matemáticas. ¡No creo que sea una mutación, como las del coronavirus! Cuando ser matemático implicaba ser profesor, había muchas mujeres. Ahora pocos de los que estudian Matemáticas quieren ser profesores... Quieren estar en las tecnológicas, ganar dinero, tener poder. Pero, ojo, si no hay mujeres matemáticas, los algoritmos estarán hechos por hombres. Son miradas distintas. El documental Sesgo codificado, de Netflix, alerta justo sobre esto.
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