«El raquetero es una parte de mí, va conmigo donde yo voy», contaba Pablo Abián poco antes de coger el avión a Tokio. «Las raquetas son mucho más ligeras y finas que las de tenis, muy frágiles, y si facturamos corremos el riesgo de que se fracturen», explicaba. Así que en el lugar en el que una quizá lleva una chaqueta de más dentro de una mochila pequeña y tres o cuatro cosas básicas para sobrevivir por si la maleta no llega, él transporta su forma de vida. Y no es extraño que este deportista que ya ha disputado sus cuartos Juegos cuide ese raquetero como si fuera un tesoro. No solo porque lleva una decena de raquetas a unos 200 euros cada una, sino porque sin ellas no sería el mejor jugador de bádminton español. Bueno, ni mejor ni peor, simplemente no sería.
Llegar a unos Juegos Olímpicos implica horas de esfuerzo, motivación y mucho apoyo, también económico. Todo ello es innegable y también inherente al deportista, pero hay algo más. Cada deporte comporta un elemento propio: la raqueta de bádminton es al jugador de bádminton lo que el maillot a los gimnastas, la bici a los ciclistas, las zapatillas al atleta o las protecciones a la portera de hockey hierba.
Y son cerca de 2.000 euros en material lo que ha llevado encima estos días María Ángeles Ruiz bajo los palos de las 'Red Sticks'. El casco cuesta 200 y hasta el total entran todo tipo de protectores: de pies (220), brazos (74), guantes (340), de piernas (74), de las partes pudendas (24)... El stick, eso lo llevan todas, vale 115 euros.
Es esta una lista de lo que cuesta el material o la equipación con el que algunos de los olímpicos españoles compiten en Tokio, pero no directamente de lo que gastan, porque a veces una parte la aporta la federación de turno o también, si es el caso, el patrocinador o patrocinadores que les apoyen. Teniendo en cuenta además que en ese material o equipación no pueden llevar «ninguna forma de publicidad ni de propaganda comercial o de otro tipo» que «destaque de manera ostentosa con fines publicitarios», según reza la norma 50 de la Carta Olímpica. A excepción de la propia marca, que solo puede aparecer una vez y sin superar los 10 cm.
«Son sus propios palos», aseguran en la Federación Española de Golf sobre el material que han llevado a los Juegos Carlota Ciganda, Azahara Muñoz, Adri Arnaus y Jorge Campillo. Estaba en esta lista Jon Rahm, cabeza de lista de la delegación española que no llegó a debutar al dar positivo por coronavirus. El total, como en muchos de los casos, no es exacto porque los precios, marcas y cantidades pueden variar. Arnaus, por ejemplo, cuenta en su web personal qué lleva en su bolsa. Tomando los datos aportados por la federación, el drive estaría en torno a los 600 euros, las maderas, una o dos, a unos 300, y el juego de hierros, a unos 1.500. El putter puede salir por 400, tres wedges pueden costar 750 euros, los zapatos son unos 150 o 200 y unas tres decenas de bolas salen por unos 180 euros… La bolsa para los Juegos, con los colores de España, cuesta cerca de 600 euros y la aporta la federación.
Lo de llevar varios elementos de cada cosa es algo común. Abián porta una decena de raquetas «porque el cordaje se suele romper». Se acuerda bien el de Calatayud de aquella vez en la que fue a coger una en plena competición y se dio cuenta de que era la penúltima en condiciones.
Así que llevar varios de lo que sea está bien. Los judocas, por ejemplo, han de contar obligatoriamente con un judoki blanco y uno azul, a unos 200 euros cada uno, pero en maleta meten algunos más.
También los tenistas llevan varias raquetas, unas ocho a 200 euros cada una. En un recuento aproximado de la Real Federación Española de Tenis sobre lo que usan estos deportistas en un gran torneo salen además un par de rollos de cordaje (200 euros por unidad), 3 o 4 encordados por partido (25 euros por unidad), cinco overgrip (15 euros) y cinco antivibradores (25 euros), 50 polos (50-90 euros cada uno), 20 pantalones (40 euros) y 20 pares de calcetines (10 euros), tres zapatillas (120 euros)... Solo incluyen un raquetero (100 euros). Y no llevan cuerda los deportistas de tenis de mesa, pero durante los días de competición sí que cambian a menudo las gomas (la parte de color). Estas se pueden encontrar por unos 70 euros mientras que la madera puede sobrepasar los 300.
Otro ejemplo es el de Jorge Ureña, el decatleta que ha sido noveno en Tokio y que viaja con un tubo de cinco metros con seis pértigas. Eso no es por si se rompen, sino que cada una, según su rigidez, sirve para una altura. La última que compró le salió por unos 1.000 euros. La equipación corre a cuenta de la federación, pero las zapatillas de clavos, «depende de si pillas alguna oferta», van de los 80 a los 120 euros. Lleva al menos «siete u ocho contando el calentamiento». Y a los Juegos solo lleva las pértigas porque por norma es la organización en este caso la que pone el material con el que compiten los deportistas en el resto de las diferentes pruebas atléticas, como la jabalina, el martillo o la bola de lanzamiento de peso.
Ocurre lo mismo en la halterofilia, es obvio. ¿Se imagina a Lydia Valentín viajando con el propio peso que luego ha de levantar? Para luchar por las medallas la equipación de los halteras españoles puede sumar unos 300 euros: 80 del maillot, 160 del calzado, 50 del cinturón de protección y unos 20 del vendaje.
Así que lo de estrenar material en cualquier prueba que no sea de las mencionadas antes no es recomendable. Ni en Juegos ni en cualquier otra competición. «Los ciclistas tienen que correr con la ropa de la federación, pero no van a experimentar con material nuevo», explican desde el propio ente deportivo. Se refieren con ello a las zapatillas, la bici o el casco. Este último, por cierto, implica en ocasiones un estudio aerodinámico propio, lo que engrosa el precio. El conjunto de maillot y culote sale a unos 300 o 400 euros, que sube a cerca de 1.000 en los monos aerodinámicos que usan para la contrarreloj. Pero más allá de lo que llevan puesto, que importa mucho, está la bicicleta. Ruta, BTT y pista son modalidades completamente diferentes. En el velódromo ni siquiera se usan los frenos y en montaña es imprescindible la amortiguación u otras tecnologías más recientes, como la tija telescópica. Con ello las monturas van de 8.000 a 12.000 euros.
Eso sí, una medalla de bronce, en estos términos, cuesta 9.245 euros. Es el valor aproximado de mercado de la bicicleta con la que entró en tercera posición David Valero en la prueba masculina de ciclismo de montaña en Tokio. La de la deportista Rocío García, con diferente cuadro que la de su compañero de equipo en el BH Templo Cafés y diferente montaje, vale 7.845 euros.
También tiene ruedas (y muchos menos elementos) el skate, cuyo precio ronda los 100 euros. Eso sí, sobre monturas, la horquilla de precio es mucho más alta al acudir a un deporte como la hípica. Solo si se tiene en cuenta el precio del deportista de cuatro patas, ganan por goleada y con varios ceros a la derecha. Además comen y necesitan cuidados veterinarios. El COI cuenta en sus datos con siete caballos españoles, de los que ofrece información como si fueran atletas. Y también necesitan material para competir: una silla de alto nivel ronda los 3.500 o 4.500 euros (teniendo en cuenta que varía según la modalidad), la cabezada son 600 euros, las riendas, unos 150 y otro tanto el hierro, la pieza que va dentro de la boca del caballo. Si es para doma, le ponen unas vendas en las patas a unos 200 euros y si lleva protectores, como en salto, son unos 500. Las orejeras pueden salir por 60. Y la equipación del jinete también suma: un frac de doma puede costar 700 euros, los pantalones, 220, las botas, 700, una chaqueta de salto se va a 450 y el casco, de 500 a 1.000.
Y quizá haya sido fácil visualizar a Abián acarreando su raquetero y a las pértigas de Ureña en la bodega de un avión, pero ¿cómo viaja un caballo? Explican fuentes de la federación hípica que se fleta un vuelo especial para ellos, donde viajan atendidos. Con menos atenciones, pero también con el máximo cuidado envían las embarcaciones. En mayo las de remo ya habían viajado a Tokio y antes lo hicieron las de vela en un contenedor de barco. En ese tiempo, los deportistas entrenan para los Juegos con embarcaciones 'suplentes'.
Es decir, que no fue hasta que estos remeros y regatistas llegaron a Tokio cuando pudieron volver a utilizar las embarcaciones con las que iban a pelear por las medallas. Es una circunstancia que, en una escala diferente, ocurre en otros deportes en los que se utiliza una equipación para el entrenamiento y se reservan mejores galas para la competición. Ocurre por ejemplo en la gimnasia artística, donde el maillot que han lucido las chicas en los entrenos vale unos 60 euros, a precio de mercado, y el de competición, mucho más elaborado y cargado de brillantes (strass checos), puede alcanzar entre 200 y 300 euros cada uno.
No es la estética, aunque también es importante, lo primordial en la vela y el remo, dos deportes que suben al podio del material que más cuesta. Son cerca de 21.000 euros lo que vale la embarcación de dos sin timonel como la que Aina Cid y Virginia Díaz han utilizado en Tokio, consiguiendo una sexta plaza. A lo que hay que sumar 1.200 euros de los remos y unos 60 del platanito, que es la equipación.
En el caso de la vela, los regatistas Jordi Xammar y Nico Rodríguez consiguieron el bronce en el 470 con un barco doble que cuesta 12.000 euros de base. Con el palo, el timón, la orza y las velas el precio sube a unos 20.000 o 22.000 euros. No es la embarcación más cara de las 10 clases en las que compite la delegación española, ya que el precio en algunas de ellas alcanza los 45.000 euros. Por la parte de abajo, una tabla de windsurf RS:X como la que llevó Blanca Manchón ronda los 12.000 euros con todo el equipo necesario para competir a alto nivel: tabla, palo, botavara y vela; con sus recambios correspondientes.
«No cabe decir que los precios son orientativos», apuntan desde la federación. Esta es una máxima que se repite en cada una de las respuestas que dan los especialistas o deportistas consultados. Por cuestiones obvias, como que todo cambia según las calidades o la marca, también porque cada cual lleva más o menos cantidad de esto o de aquello. Así que habría tantos presupuestos como deportistas en unos Juegos, de amazonas y jinetes, remeros y regatistas a judocas, atletas o gimnastas. No habría, en el otro extremo, tales deportistas -quizá no como hoy en día los conocemos- sin sillas de montar, embarcaciones de remo, vela, judokis, zapatillas o maillots, de entreno o de competición. Y eso tiene un precio.