¿Los regalos navideños están a la vuelta de la esquina y no te cabe ni una pieza más de ropa en el armario? Tranquilo, no eres el único ni la única. La fast fashion , con ropa a muy bajo precio pero también de peor calidad, provoca que cambiemos nuestro look muy a menudo pero también que generemos cada vez más residuos textiles.
Según un estudio de la Iniciativa de fibras circulares y la Fundación Ellen MacArthur (Una nueva economía textil: Rediseñar el futuro de la moda), cada segundo es depositado o quemado el equivalente a un camión de basura de textiles. El informe concluye que se pierde un valor estimado de 426.000 millones de euros anuales debido a la ropa que apenas se usa y rara vez se recicla. Y no menos importante es el impacto ambiental de este montón de ropa: el textil libera medio millón de toneladas de microfibras en el océano cada año, lo que equivale a más de 50.000 millones de botellas de plástico.
¿Qué podemos hacer para reducir el impacto de nuestras ansias de comprar ropa? “Tirar siempre nuestras prendas viejas a contenedores especiales para el reciclaje de residuos textiles, sean de la entidad que sean”, responde Pedro Andrés, presidente de la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil (Asirtex). Incluso los calcetines agujereados. El problema de este creciente residuo es que “una vez lo tiramos en el contenedor de la basura convencional, ya es irrecuperable”, se lamenta Andrés.
En la actualidad solamente el 18% de los residuos textiles (entre los que se incluye ropa, zapatos y complementos) son reciclados, según el presidente de Asirtex. Este porcentaje está muy lejos del objetivo del 50% planteado para el año 2020 y contemplado en el Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos 2016-2022 (PEMAR). Andrés estima que para esa fecha España no se llegará ni al 25%.
La segunda vida de la ropa usada
El textil representa entre un 5% y un 6% de los residuos municipales, situándose como quinta fracción y contando con un elevado porcentaje de aprovechamiento. El potencial de este residuo hoy en día tan desaprovechado es enorme.
“La primera opción es la reutilización de las prendas”, explica Andrés. Tradicionalmente la ropa se pasaba entre familiares o amigos, especialmente entre hermanos. La fast fashion pone en riesgo este modelo debido a la baja calidad de las piezas. “En nuestras manos está el comprar piezas de mayor calidad y más duraderas”, señala el experto.
“La mayor parte de las prendas que acaban en un contenedor de selección de textil son exportadas para su venta en países donde se compra r opa de segunda mano, pero cada vez son menos”, se lamenta el presidente de Asirtex. “Sólo el 1% va para beneficios sociales”, asegura, una realidad que dista mucha del pensamiento popular.
La ropa recuperada pero que ya no puede tener una segunda vida es reciclada y reconvertida en nueva materia prima, ya sea para la producción de trapos de limpieza, para la elaboración de textil nuevo o para otros usos distintos que no tienen nada que ver con la confección, como la generación de materiales aislantes.
El informe de la Fundación Ellen MacArthur presenta una visión más ambiciosa para el textil basado en los principios de la economía circular, en la que se minimiza la extracción de nuevos recursos así como la generación de residuos. Para ello es necesario que toda la industria se una detrás de este nuevo modelo en el que la ropa dure más, se use más, se pueda alquilar, reparar, revender y reciclar fácilmente. El presidente de Asirtex también insta a que se haga pagar a la industria textil por contaminar, como ya sucede con otros sectores.
A la espera de esta transformación, si tienen que hacer limpieza de armarios ya lo saben: la ropa, a su contenedor propio.
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