Un drama gótico disfrazado de western (¿un western noir?), THE POWER OF THE DOG es una película centrada enlos conflictos personales y las tensiones sexuales que tienen lugar cuando se combinan dos familias que poco parecen tener que ver entre sí y cuyos miembros juegan un complicado y perverso juego de agresión, atracción y repulsión. Dirigida por Jane Campion en un tono que no está tan alejado –pese a las diferencias de escenario– con el de EL PIANO, se trata de una película oscura, elegante y un tanto esquiva, una especie de thriller asordinado que, durante buena parte de su metraje, nos hace creer que es otra cosa.
La película comienza siendo más o menos fiel al espíritu de western al que invitan los personajes y escenarios, esos paisajes amplios y montañosos de Montana que, en realidad, fueron filmados en la tierra natal de la realizadora neocelandesa y tienen un aspecto más desértico que el habitual que uno encuentra en las películas «del Oeste». Transcurre en 1925 pero, a juzgar por el vestuario, los caballos y la precariedad de todo lo que se ve, podría suceder medio siglo antes. De hecho, cuando vemos un coche avanzar por una ruta asfaltada resulta una sorpresa.
Los que viven allí son los hermanos Burbank, rancheros poderosos de la zona, que andan de acá para allá con su séquito de cowboys. Phil Burbank (Benedict Cumberbatch) es el líder del grupo, un clásico bully: manipulador, dominante, agresivo, de esos que atemorizan a todos los que lo cruzan. Su hermano George (Jesse Plemons) es casi lo opuesto: tímido, callado, respetuoso, vive opacado por su carismático y pedante hermano. Phil está siempre con su ropa de trabajo y odia lavarse (solo se baña en el río, de vez en cuando) mientras que George anda siempre de traje, impecable y atildado.
La diferencia se hace evidente en el primer momento en el que todos los personajes clave de la historia se cruzan: en un restaurante que es propiedad de Rose (Kirsten Dunst), una mujer viuda que atiende el elegante lugar en el que los hermanos y diez de sus empleados reservan una mesa. El encargado de servirlos es Peter (Kodi Smit-McPhee, la gran figura de la película), el hijo de Rose, un adolescente flaquísimo y sensible que hace arreglos florales con papel y los coloca cariñosamente en cada mesa. Para Phil será la oportunidad de sacar su lado más grosero: se burlará de las flores, las usará para encender cigarros y hará maliciosos comentarios sobre las características afeminadas de Peter, hiriéndolo a él, a su madre e incomodando a su hermano.
A partir de sus pedidos de disculpas por el comportamiento abusivo de su hermano, George empezará a entablar una relación sentimental con Rose (Plemons y Dunst son pareja en la vida real). Campion no dará muchos detalles sobre lo que pasa allí –la película está dividida en capítulos numerados y salta algunas etapas– pero pronto George le anunciará a Phil que se casa con ella y que la lleva a vivir a la casa que ambos comparten, ya que sus padres viven en la ciudad. De ahí en adelante la mujer será la víctima perfecta para los abusos psicológicos y verbales de Phil, que se burla de la manera en la que toca el piano y la humilla cada vez que puede. Como George casi nunca está en la casa, esas oportunidades son muchas. Y la deprimida Rose empieza a beber cada vez más.
Todo se complicará aún más cuando, en las vacaciones universitarias, Peter vaya a vivir con su madre. El chico, que es más extraño de lo que parece (estudia medicina y se le da por hacer experimentos con animales), parece la víctima perfecta para Phil. Pero quizás las cosas no sean tan sencillas ahí ya que el pesado cowboy bien podría estar tapando, mediante su comportamiento brusco y agresivo, algunos traumas del pasado o secretos para él inconfesables. La segunda mitad del film se organizará como una especie de batalla psicológica con la permanente amenaza de violencia atravesándolo todo.
Hay, a lo largo de EL PODER DEL PERRO, una sensación de terror que atraviesa todo lo que vemos. Sabemos que algo va a explotar pero no sabemos qué ni cuándo ni cómo ni quién será la víctima. Imaginamos que partirá del agresivo Phil, pero todos los personajes acumulan resentimientos y broncas. Sabemos que los refinados padres de los hermanos Burbank no quieren mucho a George y, curiosamente, se desviven por Phil, cuyo rudo exterior esconde que es un tipo educado y culto. Y Rose va acumulando frustraciones (aquí también juega un rol importante un piano) que se vuelven más pesadas con el alcohol. Peter, en tanto, es el más indescifrable. ¿Es una víctima de todos o está jugando su propio juego?
THE POWER OF THE DOG va volviéndose un thriller psicológico pero siempre dentro de las formas reposadas y ambiguas que son especialidad de la directora. Campion no pone el acento en desarrollar suspenso de las maneras convencionales –de hecho, todo lo que sucede en la parte más álgida y tensa del relato es un tanto confuso– sino en profundizar en la complejidad de los personajes. En ese sentido, las pulsiones sexuales –y las maneras en las que los personajes lidian con ellas– tienen un peso fundamental ya desde el mismísimo arranque del film, tema que recorre la carrera de la realizadora de EN CARNE VIVA y HUMO SAGRADO.
Es un film que hará recordar a otros como DEL MISMO BARRO, de Robert Altman; EL ENGAÑO, de Don Siegel y hasta la propia DIAS DE GLORIA, de Terrence Malick, en su combinación entre lo íntimo del drama y lo grandioso del paisaje. Quizás la película peque, por momentos, de cierta solemnidad, como si se tomara con demasiada gravedad cada paso que dan los protagonistas, cada mirada, cada silencio. Eso le da a THE POWER OF THE DOG un tono un tanto moroso, consciente de ser «algo más que un western». Pero el propio desarrollo de los acontecimientos –y la tensión que genera Cumberbatch cada vez que aparece– revive al film cuando todo se vuelve demasiado calmo y estático.
La música de Jonny Greenwood, como es su característica, le otorgará un clima disonante y extraño a lo que vemos, alejándose también de los modos del western clásico y quizás más cercano a su trabajo en PETROLEO SANGRIENTO, de Paul Thomas Anderson, otra película que funciona, en más de un sentido, como referencia aquí. Y hasta Keith Carradine, una figura del western revisionista de los ’70, tiene un papel breve pero importante en el film. Ganadora del premio a la mejor directora en Venecia, EL PODER DEL PERRO marca el bienvenido regreso al cine después de doce años de Jane Campion con una película que está a la altura de las expectativas que circulan en torno a ella. Ni más, ni menos que eso.