Robert Mark Benson no desentonaba en Puerto Banús. 64 años bien llevados, buena planta, tez bronceada, ropa cara, una empresa de veleros. Un dandy inglés para muchos, un pijo con tintes marineros para otros. Viajes regulares entre Sotogrande, el paraíso sanroqueño donde vivía, y la Costa del Sol, incluso a Mallorca o Ibiza, donde está la gente guapa de un negocio náutico en el que nadaba con la elegancia displicente de un tiburón.
Pero tras el tipo amable y simpático, discreto, de gustos refinados y poco amante de la ostentación, se escondía uno de los narcos más prolijos de la zona más prolija en narcos, capaz no sólo de reclutar a buenas marineros sino de sumar para la causa a un grupo de inversores dispuestos a multiplicar su dinero B como si del milagro de los panes y los peces se tratara. Un negocio perfecto encubierto en la tapadera de la compra-venta de veleros que ha estallado por los aires por la investigación de la Policía Nacional y la Agencia Tributaria con la colaboración de agencias británicas.
“Lo que es importante en este caso es que este mismo sujeto, que tenía esta red logística y esta tropa y esta marinería que era la que hacía los traslados, también tenía contactos excelentes en todo el tema de inversiones económicas. Tenía un perfil muy bien acodado, un perfil muy bajo en toda la sociedad gaditana, especialmente en la zona de Sotogrande, que le hacían acreedor de la confianza de otras personas, y en este caso era capaz de encontrar este tipo de inversiones para poder comprar droga y posteriormente traerla hasta aquí. Era, de alguna manera, una combinación perfecta entre lo que es la logística y lo que es la inversión en este caso”, explicaba el comisario Marcos Frías.
El jefe policial explicó que este operativo les ha dado un detalle que no por conocido pierde importancia, como es “la profunda relación que tienen dos zonas muy implicadas en el narcotráfico: el Campo de Gibraltar y la Costa del Sol. En esta operación hay un trasvase constante de dinero, mercancía, personal y logística, entre ambas zonas. No nos pilla de sorpresa, pero en este caso queda muy patente, como hemos podido acreditar a la juez instructora, el funcionamiento de este tipo de sociedad mancomunada en la cual todo lo que viene y va está relacionado con el narcotráfico”, decía Frías.
Para la Policía, el momento que marca el giro de tuerca que termina por señalar su destino a la red de Robert es su apuesta por la cocaína. “Cuando se pasan a la cocaína es noviembre de 2020, tras interceptar otra embarcación de esta red con 1.000 kilos de hachís. Nos llama la atención que ahí es cuando cambian a la cocaína. Giran el negocio y se dedican a buscar otro producto que para ellos es más interesante a la hora de compatibilizar las pérdidas ocasionadas por estos alijos frustrados. Ahí es cuando se desplazan hasta el Caribe y el 13 de junio es cuando asaltamos el barco a la altura de las Azores y se cogen los 1.000 kilos de coca”.
La Policía destaca que “sin duda el eje principal de toda la organización es el británico, un viejo conocido, que tenía esa doble capacidad de atraer tripulantes pero también de desplazarse hasta Costa del Sol para captar a los dos inversores que ponen el dinero. Estos dos ya estaban siendo investigados anteriormente por la Policía, sobre todo en temas fiscales y tributarios. A raíz de la confianza que le da este hombre es cuando se deciden a apostar por algo más fuerte. Ponen dinero posiblemente en B con la intención de recuperarlo con unas buenas ganancias”.
Por último, la Policía considera que la organización pensaba traer el Windwhisper hasta las costas gaditanas para posteriormente trasladar la droga a tierra a través de pequeñas lanchas motoras que fueran distribuyendo el cargamento. Un tesoro del Caribe soñado por piratas que no llegó a su destino.