La Argentina tiene una larga tradición heladera producto de la inmigración italiana. Incluso se dice que en el país se venden algunos de los mejores cucuruchos del mundo. Justamente desde el viejo continente llegó una familia que potenció este negocio en el mercado local y fueron artífices de algunas de las cadenas más reconocidas de Buenos Aires. Una de ellas es Freddo, que tuvo una época de gloria, superó las tormentas y hoy apuesta a crecer nacional e internacionalmente.
Oriundo de Sorrento, Luigi Aversa desembarcó en territorio argentino y abrió un almacén llamado Pérsico en 1931 en La Plata. Con el tiempo su negocio pasó a vender solo helados, lo que de alguna manera marcó el futuro del clan. En 1939 arribó Salvador Guarracino, quien luego se convertiría en yerno y socio de Aversa.
Con varios años de experiencia en el rubro heladero, en 1969 el patriarca decidió fundar una heladería en el barrio porteño de Recoleta, más precisamente en Pacheco de Melo y Callao. Lo hizo junto a sus hijos Pablo y Luis Aversa, y Guarracino. Optaron por darle un nombre que hiciera honor a sus orígenes y la bautizaron Freddo (frío, en italiano).
Durante mucho tiempo continuaron con una estructura pequeña. Hasta los 90 manejaron solo tres sucursales, pero en esa década comenzó la expansión. En pocos años crecieron a más de 40 locales y su negocio y la calidad de su helado llamaron la atención de los inversores. Fue así como los Aversa y los Guarracino le vendieron su compañía a un grupo de fondos comandados por The Exxel Group por US$ 82,5 millones en 1999.
Otros proyectos y crisis
Si bien sus dueños no podían volver al ruedo en el corto plazo, esto no implicaba que sus herederos no pudieran. Juan Martín Guarracino, hijo de Salvador; y Federico Aversa, hijo de Pablo; abrieron la cadena de heladerías Persicco en 2001. En tanto, Silvina y Leandro Aversa iniciaron el proyecto Un'Altra Volta un año después.
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— Chrissy Finn Tue Apr 21 17:32:20 +0000 2020
Para ese momento Freddo ya había cruzado la frontera porque se había instalado en Paraguay. Sin embargo, la firma apostó por la masificación de su marca a costa de reducir costos con una producción de menor calidad. Pero en dos años la compañía perdió un tercio de sus ventas.
En 2001 la cadena pasó a manos de Grupo Galicia, que era su principal acreedor. Para su reorganización, la financiera repatrió a Juan José Guarracino, hijo de Salvador, quien reconoció la caída en la calidad de sus helados. "Menos almendras, utilizar varias veces insumos como el rhum, demoras en las entregas, que generaron pilas de reclamos de los clientes", aseguró, según consignó Clarín en aquel momento.
Tormenta y expansión
Tres años después, y una vez puesta en marcha de nuevo, la marca se la quedó el fondo de private equity Pegasus y la expansión internacional se intensificó. Se abrieron locales en los Estados Unidos e incluso llegó a tener presencia en Londres. No obstante en 2018 volvieron los problemas. La empresa tomó la decisión de desprenderse de sus locales propios y franquiciarlos, además cerró su planta de producción de Balvanera y la tercerizó en una fábrica en Rosario.
"El cierre respondió al cambio del modelo de negocios que necesitaba la compañía para seguir compitiendo, para enfocarnos en comercializar helado", explicaron desde la firma a El Cronista tras los anuncios.
La decisión pareciera haber renovado su plan de crecimiento. De los 102 locales que tenía en 2018 ahora maneja 115 en el país y tiene cuatro aperturas programadas antes de fin de año. A esto le suma 19 sucursales en Uruguay, 17 en Brasil, 3 en Chile, 7 en los Estados Unidos y una recientemente inaugurada en Panamá - y conversaciones con México. Desde hace dos años también apuesta por el segmento retail con una línea de helados preenvasados.