Por Sara Hernando
Tiphaine Guiran no es una firma como las demás. Tampoco lo es su fundadora y diseñadora, una modelo francesa del mismo nombre que hace un año decidió dejarlo todo –su ciudad, París y su trabajo como modelo y consultora de moda– para regresar a su ciudad natal: “La pandemia, como para muchos otros creativos, me ha enfrentado a mi propia realidad. Durante los últimos años he notado que no estaba contenta en la ciudad, y que tenía una creciente necesidad de acercarme a la naturaleza. De haberme quedado en París no creo que hubiera fundado mi marca. Ha sido al alejarme de la ciudad cuando he sido capaz de crear realmente. En París hay demasiadas cosas pasando al mismo tiempo, no puedo concentrarme, necesito la calma del campo. Aunque me encanta volver a París para alimentar mi creatividad”.
En la Provenza francesa, además de tener a su hija, Louisa, Tiphaine Guiran también puso en marcha este proyecto diferente en el que busca hacer moda (y consumirla) de otra forma. Sus colecciones son breves (tan breves como el tejido de stocks muertos que encuentre) y las temporadas inexistentes. “En realidad, veo mi marca como un proyecto experimental de estilo de vida, más que como una marca como tal. Fundé la firma con el fin de encontrar una forma de trabajar fuera de la ciudad, no hay un plan de negocios o una estrategia tras ella, lo cual la hace especial porque… ¡Es un desastre! Pero la particularidad es que puedo hacer un poco de todo, un día unos pantalones de lycra y al siguiente un sofá o una toalla de playa, o incluso algo como comida o eventos. No es una firma de moda, ¡soy yo con mis miles de ideas!”, afirma la modelo y empresaria. Todas sus prendas, de las que cuelga casi siempre el cartel de ‘vendido’, están confeccionadas por artesanas del sur de Francia, menos las de punto, donde trabajo a distancia, con tejedores que ha encontrado a través de internet.
Pocos días antes de lanzar su última colección, conversamos con Tiphaine Guiran sobre el nacimiento de su firma de moda y las necesidades de una industria en plena transformación.
Fue una decisión que surgió de manera natural cuando decidimos dejar París y desplazarnos al campo. Había creado ya una primera marca hace unos años, pero decidí cerrarla cuando comencé a trabajar en consulting para otras marcas, porque además era modelo a tiempo parcial. Pero finalmente decidí retomarlo, ya sabía que en algún momento volvería a intentarlo, y las hormonas de mi embarazo me han ayudado a conseguir que ocurriese mucho más rápido de lo que esperaba.
Creo que sí. En cierto modo, siendo modelo pude ver aquello que no quería. De hecho, me di cuenta de que ninguna de las firmas para las que había trabajado me hacían soñar, quería algo diferente, aunque no sabía exactamente el qué. Sigo todavía buscando, no sé aún lo que es, pero creo que queda un mundo por inventar en cuanto a diseñar una firma de moda se refiere.
Cuando hablo de tradición me refiero a algo humano, algo vivo. Me gustaría devolver a la prenda su pasado preciosismo, su vitalidad, su efecto. Básicamente, devolverle su magia. Hay magia en las prendas, las energías de quienes las crean, las hacen, las envuelven. Todo ello permanece en ellas. Y me gusta ver cómo la gente disfruta de su tacto. Siento que la perfección industrial es aburrida.
Me gusta mucho el tener la posibilidad de estar en contacto a diario con las personas que manufacturan mis piezas, y me encantaría ser capaz de hacerlas yo todas, de disfrutar de coserlas todas y cada una. Las personas que fabrican mis prendas son una extensión de mí misma, y debe haber una gran conexión entre nosotras para que yo pueda trabajar con ellas.
La mayoría de las piezas están hechas en el taller de una costurera a quince minutos de nuestra casa, y suelo ir allí prácticamente cada día. Los conocí cuando nos mudamos al campo, buscando costureras en la zona. Respecto a las piezas de punto, trabajo sobre todo a distancia, pues he encontrado a mis tejedores a través de conexiones o de internet. Pero me pongo en contacto con ellos también casi cada día.
En cada faceta de la creación y la producción, pienso siempre sobre mi impacto en la naturaleza, ya que trabajo en el medio de ella. Para mí, el sistema del ‘hecho por encargo’ es muy potente, pues no genera desperdicio alguno, y me permite tener un negocio sin stock. Y luego, en cuanto a textiles se refiere, trabajo sobre todo con telas sobrantes de otros diseñadores, y para las próximas temporadas me gustaría desarrollar prendas recicladas. Además, estoy trabajando en unas prendas de punto hechas con los materiales de jerseys vintage. Experimentar a partir de materiales ya existentes es algo que me encanta hacer.
Tardé años en encontrar los proveedores correctos para esto. Desde todas aquellas firmas que trabajamos con tejidos olvidados, sabemos que encontrar buenos proveedores es la clave. Normalmente, tomo mis decisiones dependiendo de la selección de textiles que tenga para la ocasión, y la verdad es que soy muy exigente sobre las calidades y particularidades de las diferentes telas. Me encantan los estampados vintage, bonitas texturas, y telas cómodas y fáciles de llevar. Buscar nuevos materiales es uno de los aspectos más importantes de mi trabajo.
Mi proceso creativo es realmente sensible y espontáneo. Soy de ese tipo de personas que intentan hacer un montón de cosas en todo momento, pero estoy intentando aprender a frenar un poco y hacerlo todo paso a paso. Para la ropa, el proceso creativo empieza con la selección de las telas, me paso horas en los almacenes de las fábricas. Siempre tengo en mente las imágenes de todas las mujeres que me inspiran. Mi último año en París lo había pasado haciendo investigación visual tanto para otras marcas como para mí misma. He acumulado muchísimas imágenes de inspiración en mi mente.
Mi primer punto de inspiración es la tela, una vez he elegido los materiales para la colección, las nuevas piezas me vienen a la mente al interactuar con los materiales y hacer unos primeros prototipos. Para mí es muy importante ser capaz de hacer el primer modelo yo misma, porque es a través del trabajo sobre las piezas (diseñar los patrones, cortar las telas, coser…) que construyo mi idea. No soy muy de dibujar. Las primeras colecciones son una mezcla de prendas cómodas, perfectas para una clase de yoga o una cena con un amigo. Como madre primeriza, buscaba el equilibrio perfecto entre comodidad y clase. Diseñé las piezas con el objetivo de crear prendas fáciles de llevar y fáciles de lavar.
Soy optimista y creo que las cosas están empezando a cambiar. Nuestro rol en esta transición, como jóvenes diseñadores, es bastante importante. Tenemos que promover la idea de que otros modelos de negocio son posibles, otras formas de crear, de producir y consumir. En algún momento, las cosas van a cambiar, te lo aseguro, pero es otra cuestión cómo de rápido lo harán. Creo que las redes sociales son la clave para este proceso de educación, y aunque de momento yo no sea la mejor en ello, estoy trabajando en mejorar. Debemos mostrar todo el proceso de fabricación de una prenda, volver a mostrar su magia, su vida.
Ha sido como tener dos bebés en el mismo año. Hice el primer lanzamiento un mes después de dar a luz a mi hija. Durante el embarazo tuve muchísima energía positiva, ¡nunca había sido tan productiva! Pero desde que ha nacido Louisa ha sido mucho más complicado, y todavía lo es.
En realidad sí trabajo con algunos retailers, pero quiero centrarme en mi tienda on-line. A la hora de vender, es más que nada una experimentación, trato de hacerlo de una manera un poco diferente, por ejemplo haciendo una especie de colección cápsula especial para una tienda.
Sí, voy a intentar adquirir telas que pueda conseguir en cantidades mayores, pero será igualmente siempre súper limitado. También estoy trabajando en poder recrear telas que están acabadas y no puedo conseguir de nuevo. Quiero hacer que esta idea tome vida, ya que mucha gente me pregunta por un estampado en concreto. Además, la recreación de una tela, me permitiría aceptar encargos en mayores cantidades. Pero siempre haré piezas con aquellas telas de las que me enamore, incluso si solamente puedo conseguir hacer cinco pantalones de ellas. En esto no hay normas, y no quiero ponerme límites a mí misma.
Trato de servirme de la marca como una plataforma para dar pie a una conversación, a educar sobre consumo de moda, traer de vuelta la proximidad entre creación y producción. El proyecto de futuro que tengo para la marca es construir un pequeño espacio aquí en Provenza, donde vivo, para la manufactura de mis colecciones, y un espacio en que experimentar con distintos procesos de upcycling y mucho más.
Por María JoséPérez Méndez