Eliza experimentó la tragedia en carne propia hace 13 años. En 2008 su novio de 17 años, Chris Elliott, murió en un accidente de tráfico cuando un coche en el que iba de pasajero se estrelló contra un árbol. El joven había sido un prometedor deportista de bodyboard en su último año de clases. “Atravesé un periodo muy difícil y tuve un grupo de apoyo increíble, al que le estoy muy agradecida”, reconoce Eliza, visiblemente emocionada. “Me ayudaron a superarlo, junto al respaldo de mi familia y de mis amigos. Sigo viendo a mi terapeuta”. En el dorso de la mu ñeca tiene un pequeño tatuaje en forma de estrella, que se hizo tras la muerte de Chris. Hoy da las gracias por estar con Channing. “Tengo una suerte inmensa de haber conocido a alguien como él. Ha sido mi sostén en las épocas y los aniversarios tristes. No intenta cambiar mi pasado”. Amelia me cuenta que la resiliencia de su hermana ha sido extraordinaria: “Es la persona más fuerte que conozco”.
Las jóvenes no solo promueven la salud mental. Entre otras causas que apoyan están el bienestar animal y las organizaciones benéficas centradas en la infancia. El año pasado, Eliza estuvo 10 días en Malaui junto a Victoria para colaborar con United Purpose, un organización creada para ayudar a los refugiados de la guerra civil de Mozambique. También están comprometidas con la comunidad que las rodea. Sudáfrica es el país más industrializado de su continente, pero también uno de los que muestra mayor desigualdad, y el último año ha sido devastador. Se han perdido más de 20.000 vidas y muchos pequeños negocios han echad el cierre.
Cuando se decretó el confinamiento en el país y un amigo y vecino de las gemelas tuvo la desgracia de que le ardiera la casa por un fallo eléctrico. “Me puse en contacto con la mayor cantidad de personas posible y reunimos todo lo que pudimos: una nevera nueva y lo básico para que empezara a recuperarse”, cuenta Eliza. El confinamiento de Sudáfrica, como sucedió en muchos países, fue estricto y duró cuatro meses. “Si salías de casa era solo para adquirir lo esencial”, recuerda Amelia. “La policía hacía rondas por las calles y miraba las facturas para comprobar que no habías ido de compras: adquirir alcohol y tabaco estaba prohibido. Estuvo bien que, dentro de las comunidades, se socializara y se alternara menos, creo que eso salvó a mucha gente”. En la parte más intensa del confinamiento las hermanas estuvieron semanas sin verse, pero parecen ser conscientes de lo afortunadas que son. “Somos muy privilegiadas si lo comparamos con lo que han vivido otras personas”, reflexiona Eliza. Añade que toda la pandemia “ha sido un periodo de gran reflexión que te recuerda qué es lo impor tante: los amigos, la familia, la salud y el bienestar de la gente”.