Escribo este artículo de opinión justo a la hora en que, un día antes, se daba por finalizado el Granada Femenino - Betis Féminas y el sueño copero del equipo rojiblanco. Mirándolo por otro lado, 24 horas después de que el Granada Femenino ganara su partido más importante y se comenzaran a ver en las caras de las jugadoras de Roger Lamesa la sonrisa interiorizada que habían tenido durante los noventa minutos. Si uno miraba al marcador veía un 0-1 a favor de las visitantes. Pero, si dirigía los ojos hacia abajo, a lo que estaba sucediendo entre el terreno de juego y la grada, cualquiera hubiera pensado que el electrónico de ‘Los Cármenes’ estaba estropeado.
Lo habitual en el coliseo del Zaidín cuando el primer equipo masculino no cosecha un buen resultado es que no tarden los futbolistas ni un minuto en enfilar el camino a vestuarios, sin apenas hacer gestos de agradecimiento o saludos a los allí presentes. Algo raro estaba ocurriendo. ¿Cómo podía ser que, tras caer eliminadas, las futbolistas del Granada estuvieran atendiendo a todos los aficionados que les pedían fotografías, inmortalizaran el momento entre ellas mismas o se abrazasen con sus seres queridos? Quizás, tenga fácil respuesta. Es fútbol femenino. El que todavía se juega por pasión y el que aúna un ambiente familiar mágico que, esperemos, nunca se pierda. Tal y como sucede en la Ciudad Deportiva cada dos fines de semana, se gane o se pierda, la plantilla y el cuerpo técnico lo primero que hace al finalizar los encuentros es dar las gracias a sus familiares y amigos. Cada dos domingos, repiten las mismas fotografías, porque el orgullo de vestir la camiseta de la eterna lucha es máximo, tanto para las jugadoras como para sus más allegados. Para unos, un simple slogan. Para otras, “con coleta” o sin coleta, un lema ejemplificado una y otra vez que saltan al campo.
Pero, esa lucha no sucede únicamente cuando se ponen las botas para competir. También, fuera de los campos. Llamaba la atención escuchar a algunas futbolistas pedir, en los días previos al histórico choque frente al Betis, que la afición les dieran “la oportunidad de conocernos”. A decir verdad, razón no les falta. La mayor parte del público que acude con regularidad al ‘Nuevo Los Cármenes’ para animar a los Germán, Neva, Milla, Gonalons, Montoro, Machis, Rochina, etc. no conocen el esfuerzo que hacen ellas por disfrutar de su pasión en el Granada Femenino.
Jugar en cualquier equipo del club debe ser algo precioso, envidiable de forma muy sana. Además de la felicidad que ello provoca, en el Granada Femenino también conlleva entrenar por las tardes, ya que por las mañanas se trabaja o se estudia. Supone hacer un viaje a Madrid para disputar un partido de noventa minutos entre semana con ida y vuelta en autobús y en el mismo día. Lejos de enganchar un vuelo directo a Cádiz o Elche y hacer noche en hotel, las rojiblancas vuelven de algunos de sus desplazamientos a las tres de la madrugada. Por supuesto, horas después tienen que levantarse temprano, como el noventa y nueve por ciento de la sociedad española, para hacer su vida laboral o académica. Parecía en su momento, incluso, que tuvieran que agradecer a la entidad permitírles volar hacia A Coruña desde Sevilla en la anterior eliminatoria en lugar de hacer el trayecto en bús. En el fútbol masculino de élite muchas veces se hablan de rotaciones. En el de Roger Lamesa, Laura Pérez arranca el cuentakilómetros del sprint después de una mañana entera de trabajo, a Marta Carrasco y Elo le sobran ganas también para entrenar a “sus niñas”, Cristina Moreno entrega con una sonrisa las entradas a los seguidores granadinistas de los partidos de LaLiga Santander o Yurena atiende a los simpatizantes a la hora de comprar las camisetas de Luis Suárez, Jorge Molina o Puertas en la tienda del club. ¿No son motivos suficientes como para saber que, esa oportunidad que tanto deseaban, se hubiera ganado desde hace tiempo?
Sin duda alguna, el Granada Femenino no necesitó levantar la Copa de la Reina, ni tan siquiera apear de la competición al Betis, para alzar su mayor trofeo: esa oportunidad. Ver los rostros de los niños y niñas que acudieron al partido, que pidieron fotografías a sus nuevas ídolos y que volvieran a casa expresando a sus padres y madres “yo de mayor quiero ser portera como María Pi”, “cuánto anima Alba Pérez a sus compañeras” o “voy a ser mejor centrocampista que Pamela González” va mucho más allá que un simple resultado de un simple partido de fútbol. Decían unas niñas una hora antes del encuentro al personal de seguridad que custodiaban las puertas del estadio: “Nuestra entrenadora Elo nos ha dicho que podíamos entrar a ver el calentamiento de las porteras” con un brillo en los ojos especial. No, no era el calentamiento de Maximiano y Aarón, sino el de María Pi y Andrea Romero.
Otros más crecidos no dudaron en preguntar que cuándo era el próximo partido del equipo, que no se lo iban a perder. Pese a ser, en muchos casos, la primera vez que presenciaban un choque del conjunto nazarí. Quién sabe si el siguiente encuentro en la Ciudad Deportiva presenta un aspecto distinto. Lo merecieron, lo merecen y lo merecerán. Y, lo van a agradecer. Porque queda mucha temporada por delante y ya han demostrado que, por muy poco que se les dé, ellas lo van a multiplicar y agradecer por dos. Parece ser que, al final, no estaba tan mal eso de apoyar al Granada Femenino, ¿no?.
Francalvo1996
francalvo@granadaenjuego.com
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