Celia Bernardo, diseñadora y fundadora de Celia B.
En muchas ocasiones, más difícil que buscarse la vida en un país desconocido a miles de kilómetros es regresar al lugar natal después de haber superado esa experiencia. Al menos, eso es lo que a menudo subrayan los gurús del talento, que se refieren a estas personas con términos rimbombantes como 'expatriado' o 'repatriado'. Por eso, es lógico que, tras dos décadas largas fuera de Oviedo, a Celia Bernardo regresar a casa le diese vértigo. «Me aterrorizaba. Creía que no iba a encajar, y volví de forma gradual. Seguí viajando mucho hasta que la pandemia me obligó a quedarme sin salir», reconoce en su señorial estudio de la capital asturiana, con la catedral repiqueteando la hora de fondo.
Pero a Bernardo le ha sonreído esa suerte que solo funciona si te sorprende trabajando. Tras haber acumulado experiencia en el sector del 'fast fashion' trabajando para empresas como Zara o la china Asobio, esta diseñadora decidió fundar en Shanghái su propia marca, Celia B, apostando por un modelo opuesto al que había aprendido: prendas muy cuidadas, atrevidas y llenas de color, pensadas para durar. Poco a poco ha ido abriendo mercado por el mundo -vende sobre todo en Estados Unidos y Oriente Medio- y, ahora, la casualidad ha querido que la aparición de dos de sus vestidos en la tercera temporada de la serie 'Sex Education' le haya dado un inesperado espaldarazo a su marca.
Celia Bernardo, diseñadora y fundadora de Celia B.
- La actriz Mimi Keene, que hace el papel de Ruby, viste su modelo durante un buen rato y llama la atención. ¿Cómo se fragua una colaboración así?
- Cuando estaba viendo la segunda temporada, pensé que mis diseños casaban a la perfección con la estética de la serie y decidí ponerme en contacto con la responsable de vestuario, Rosa Dias, que me respondió entusiasmada enseguida. En plena pandemia, la productora me llamó para decirme que habían seleccionado varias prendas, me las compraron, y firmé un contrato en el que se estipula que ellos no se comprometen a utilizarlas, porque no es ninguna campaña de publicidad. Me enteré de que habían escogido dos vestidos cuando vi la serie. También rodaron con un tercero que al final no salió.
- ¿Qué repercusión tiene algo así para una marca modesta? ¿Se traduce en ventas?
- El vestido que lleva Ruby es de hace dos años y no fue uno de los más vendidos de entonces. Pero, a raíz de la serie, muchas lo han pedido y decidimos volver a producirlo en una edición especial. El mismo día que lo sacamos, vendimos diez. Para la marca, sin duda, es motivo de orgullo y un gran reconocimiento.
Una modelo posa con un diseño firmado por Celia Bernardo.
- El vestido de Ruby es característico de su estilo, con estampados muy coloridos. Sin embargo, el más vendido es mucho más recatado. ¿Cómo busca el equilibrio entre lo comercial y lo que realmente disfruta diseñando?
- Todos mis modelos me gustan, pero es cierto que el Baba Dress, nuestro producto estrella, no resulta tan distintivo. Con el tiempo y la experiencia he conocido al público y he aprendido a encontrar ese punto de conexión entre mis ideas más locas y lo que le gusta a la gente. Eso me permite ser original y seguir innovando sin renunciar a producir prendas que la gente se puede poner. Todos los diseñadores sabemos que hay diseños para desfiles y para la prensa, que reflejan nuestra creatividad y provocan sorpresa, y otros que son las que realmente se van a vender
- Su marca siempre ha sido internacional y las ventas en España no terminan de cuajar. ¿Por qué?
- He estado un poco escondida. Primero en Asia, y luego en Estados Unidos, donde no necesité un gran esfuerzo para que la marca prendiese porque hay un sector de la población con alto poder adquisitivo que apuesta por diferenciarse con diseñadores más de nicho. En Europa todavía somos muy 'marquistas'. Creo que en España cada vez hay más gente que se atreve con el color y espero que solo sea cuestión de tiempo que se abra el mercado
Celia Bernardo, diseñadora y fundadora de Celia B.
- La pandemia, las redes sociales y el 'boom' del comercio electrónico parece que han abierto un nuevo camino para marcas como la suya.
- Sí. El mercado cada vez demanda más productos diferenciadores que no sean tan masivos, da un voto de confianza a propuestas más independientes, y las redes han facilitado que marcas pequeñas lleguemos a un público que jamás estaría a nuestro alcance si estuviésemos solo en una pequeña tienda de Oviedo. Y, además, ya no hace falta un presupuesto enorme para conseguirlo.
- Defiende el 'slow fashion'. Sin embargo, no parece que el comercio electrónico, con modelos como las devoluciones gratis, propicie precisamente la sostenibilidad.
- Es muy poco sostenible pedir siete prendas en diferentes tallas para quedarte solo con una, sobre todo si vienen de Asia, y debemos debatir más sobre ello. El lujo, además, todavía busca grandes embalajes que den una experiencia a la altura de las expectativas, pero a costa del planeta. Un modelo híbrido con pequeñas tiendas físicas que sirvan de probadores, como mi estudio, y que se complementen con el comercio electrónico es interesante y permite ahorrar costes.
- Parece que la moda está cada vez más polarizada entre quienes buscan cantidad a bajo precio y quienes se pueden permitir un lujo cada vez más prohibitivo.
- Sí. Por un lado, los productos de las marcas que crean tendencia porque pueden fabricar cantidades masivas son cada vez más sencillos y uniformizados. Por otro lado, el lujo es cada vez más caro porque, en este escenario, nos cuesta encontrar fábricas que se interesen por productos como los nuestros, que son más complicados y tienen tiradas muy cortas. Prefieren las grandes marcas que les dejan más margen de beneficio y, al final, es cada vez más difícil encontrar algo intermedio, que también tiene muy complicado competir en este mercado tan polarizado.
Una modelo posa con un vestido firmado por Celia B.
- Celia B sigue produciendo en China y eso a veces provoca críticas. Intentó fabricar en Tailandia, pero no funcionó. ¿Qué sucede?
- Que es muy difícil competir con China. La gente cree que allí se fabrica barato y malo, pero no es el caso. Hay calidades que nada tienen que envidiar a las de Italia. China ha invertido mucho para estar a la vanguardia mientras nosotros nos hemos desindustrializado y hay muchas cosas que ya no se pueden producir en otros lugares. Además, he creado una buena red de proveedores y tengo unos lazos emocionales muy fuertes con la gente que lleva ya diez años trabajando para mí allí.
- Pero, ahora que todas las grandes marcas tratan de abrirse camino allí, usted deja de vender en China. ¿Por qué?
- Porque es un mercado demasiado exigente. Por decisiones políticas que difícilmente puedo controlar, China cada vez se está aislando más y funciona como un mundo paralelo que es muy proteccionista. Si el esfuerzo que yo hago en márquetin sirve para todo el mundo menos para China, porque tiene sus redes y canales particulares, el coste de una campaña exclusiva es muy grande. Y, además, hay que estar allí.