Por eso, por lo que simboliza, ahora mismo se están vendiendo camisetas blancas en Zara y en Balenciaga. De cinco euros y de más de 600. Y ni son la misma prenda ni dicen lo mismo de quien la lleva.
Gastar mucho en algo tan básico es un acto de identificación absoluta con la marca que lo diseña. Estética aparte, sus valores, lo que representa, su manera de hacer las cosas y de ver el mundo quedan impregnados en ese logo, sea más o menos visible. Lo que no resulta tan fácil es saber qué hay detrás de un precio: ¿Es caro porque es bueno o porque es exclusivo?, ¿es caro sinónimo de justo…. y mejor? ¿es lo barato necesariamente injusto? ¿Qué precio asegura que las cosas se estén haciendo bien?
“Si bien la palabra ‘caro’ es subjetiva, el precio de la tela, el hilo, la fabricación de patrones, la maquinaria y los demás gastos no lo son. El coste del trabajo humano tampoco debería ser negociable, pero muchas veces son las personas las que se sacrifican por el margen de beneficio. Menos del 2% de los trabajadores de la confección a nivel mundial ganan un salario digno. Cuando compramos un vestido de cinco euros en una marca de moda rápida, no es barato por arte de magia, es barato porque alguien está pagando un precio”, publicaba recientemente Lauren Bravo en The Independent. De ahí que, sí, una camiseta sostenible con el medio ambiente y respetuosa con quienes trabajan para confeccionarla (salarios dignos y condiciones de trabajo adecuadas) siempre resultará necesariamente más cara.
Sin embargo, como señalan cada vez más voces, es curioso que nos llame la atención el precio de una camiseta cuando es desorbitado hacia arriba y no cuando es irrisorio hacia abajo. Si tenemos en cuenta lo que cuesta producir una camiseta blanca, tan escandaloso debería sonarnos el dineral de una firmada por Loro Piana con una etiqueta de 810€ (se vende en MyTheresa y, en su defensa, diremos que lleva un 55% de seda) como los 2,99€ que marcan en C&A (en una prenda de algodón orgánico certificado). En un reciente artículo publicado en The Telegraph la periodista Lisa Armstrong se preguntaba cuál es la diferencia entre una buena relación calidad-precio y una ganga por la que otra persona paga el precio.