La mañana despuésde la fiesta, P. se despertó sin recordar gran cosa de lo que había pasado la noche anterior. Había ido con unas amigas a Blackhaus, antiguo Budha, situada en la vieja carretera de A Coruña, a las afueras de Madrid. Ocurrió el pasado mes de septiembre. Llegaron pronto, todavía era de día y se pusieron a hacer botellón antes de entrar en la lujosa mansión con tres plantas y tres ambientes distintos de discoteca en un solo edificio. La fiesta comenzó en ese lugar y después prosiguió hasta altas horas en la discoteca Pachá. Los recuerdos de lo ocurrido son muy difusos en torno a lo sucedido desde que entraron en la primera discoteca hasta el final. Poco a poco, la joven se dará cuenta de la gravedad de lo ocurrido.
Un joven que pertenece al mismo grupo de amigos le escribe a la mañana siguiente. Según los mensajes de whatsapp que la joven envía en esas horas, a los que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, P. no logra reconstruir con claridad lo ocurrido. El joven le dice que la noche anterior se liaron, que hubo sexo, que ella iba “muy mal”. Sin embargo, cuando comienza la conversación le suelta una frase que, a la postre, está resultando determinante en el proceso penal que hay abierto contra él: “¿Ayer ibas drogada o qué?”.
Esa noche la joven P. fue víctima, presuntamente, de una violación perpetrada por este joven en los baños de la discoteca. En la conversación entre ambos, que se produce al día siguiente, el agresor interpreta el papel de que la cosa no iba con él, que la situación no fue provocada, que fue ella la que, dice, se tiró a sus brazos. Juega esa baza porque P. no recuerda gran cosa de lo ocurrido.
Tiene flashes de algunos instantes y de algunos hechos concretos: aquella conversación, aquel beso en el baño, una caricia... pero nada más. Lo que más le extraña a la joven víctima, que apenas cuenta 17 años de edad (lo dice ella misma en los mensajes), es que ella siempre le había rechazado. El agresor se le había insinuado varias veces, lo había intentado todo, pero a ella no le atraía y ahí el asunto quedaba, en teoría, zanjado.
Según ha podido saber EL ESPAÑOL a través de fuentes judiciales y policiales, el caso está ya en los juzgados y el joven está acusado de un delito de agresión sexual. Hay una particularidad en el caso que constituye un serio agravante a tener en cuenta en el proceso: los agentes de la investigación, según las pruebas recabadas, creen que la drogó introduciendo un peligroso líquido en su bebida con el fin de que accediese a mantener sexo con él.
Junto a él, otro chaval perteneciente al mismo círculo de amigos está también acusado del mismo delito por un caso idéntico, perpetrado otra noche diferente pero en el que se utilizó, presuntamente, el mismo producto.
El producto en cuestión, el que sirvió para drogar a la joven viene en un bote pequeño y de color negro que contiene un líquido. Se llama Fetish, y según la prueba pericial toxicológica aportada al proceso, este material es, en realidad, un producto que se utiliza como una especie de betún, para limpiar cuero, para sacar brillo a los zapatos. El efecto que provoca al ser ingerido o inhalado es irremediable.
En los últimos años se ha venido hablando mucho de la burundanga, una conocida droga sobre la que Policía Nacional y Guardia Civil advierten de sus peligrosos efectos. Se la conoce también como Escopolamina y tiene la particularidad de anular la voluntad de quien la consume. Está también rodeada de mitos. El más reiterado es el que asegura que con solo soplarla a la cara de alguien puede anular su voluntad. Son muchas las personas que aseguran haber sido intoxicadas y sometidas por burundanga, pero muy pocas las evidencias científicas de que esto haya ocurrido en España.
En 2016 se publicó en una revista científica el primer caso confirmado de sumisión por escopolamina en España, concretamente en Palma de Mallorca. En septiembre de 2017, un año después, el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses confirmó el primer fallecimiento de una persona por consumo de burundanga en nuestro país.
Este doble caso que ahora está siendo investigado por las autoridades y que ya está en manos de los juzgados constituye la revelación de un método similar a la burundanga pero cuyos resultados son igualmente perversos: perpetrar una violación.
Interior de la famosa y exclusiva discoteca Blackhaus.
La conversación entre P. y su presunto agresor continúa. Ella intenta entender lo ocurrido pero la frase que él le suelta al principio aludiendo a la droga sigue clavada en su cabeza. Si yo no me he metido jamás en nada de esto, piensa. Más allá de las copas, a P. nunca se le ocurriría probar otro tipo de cosas.
La joven, según las conversaciones a las que ha tenido acceso EL ESPAÑOL y que obran en el sumario de la causa, se pone tensa porque apenas recuerda lo ocurrido. Él insiste: hubo sexo, dice que fue consentido, pero que ella iba “muy mal”. Ella le responde: “Si iba tan mal, si iba tan drogada, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué no paraste?”.
La joven corta la conversación con él. Pasan los días, las semanas y al final decide presentar una denuncia en la comisaría de la localidad madrileña en la que reside. A partir de ahí comienza el proceso por el cual su presunto agresor ya pasa al plano de investigado.
Una vez comenzó a recabar datos y a indagar en lo ocurrido en aquella noche de septiembre, los agentes de la Guardia Civil citan a declarar al presunto agresor. Como se suele hacer habitualmente, antes de tomarle declaración le piden que deposite todos los objetos que llevaba encima en una bandeja antes de proceder al interrogatorio. En estos casos, se suele hacer un pequeño inventario para que el individuo en cuestión no pierda nada y recupere después todo lo que llevaba encima.
Cuando el joven se marchó, los agentes todavía tenían en su poder la lista con los elementos del inventario. Entre los objetos, se encontraba un pequeño bote de color negro, con tapón de rosca; el nombre del producto está serigrafiado en el dorso del recipiente: “Fetish. Leather cleaner (limpiador de cuero)”.
En un primer momento, los agentes no le dieron importancia alguna. Pasaron los días. Pero uno de ellos, por curiosidad, decidió buscar para qué servía aquel producto tan extraño, de qué se trataba. Al teclear el nombre en internet, pronto apareció este artículo y para lo que servía. “Despierta el apetito sexual”. “Para limpiar cuero”. Su venta está prohibida en España por las autoridades.
Los agentes encontraron el producto en distintas páginas de internet. “Nunca había encontrado ningún caso parecido”, explica Carlos Sardinero, de Sardinero Abogados. Es su bufete quien ejerce la acusación por parte de una de las dos víctimas.
Como aparece indicado en la parte inferior del propio recipiente ("do not inhale"), resulta todo un peligro inhalar o ingerir este producto. Después del hallazgo los agentes se dirigieron al domicilio del presunto agresor. Allí encontraron más botes como este. Todos habían sido adquiridos vía online.
El producto en cuestión con el que presuntamente se perpetraron sendas violaciones.
Fetish está compuesto, en su mayoría,por nitritos de amilo, butilo o isobutilo. Son líquidos incoloros e inodoros que se venden en pequeños botes de cristal para inhalar. El nitrato de amilo es una sustancia muy volátil e inflamatoria y nunca ha de ser ingerida porque puede ser mortal.
Está prohibido por la Agencia Española del Medicamento. Según el Plan Nacional sobre Drogas, el efecto que produce es el de una repentina sensación de ligereza y de deseo del aumento sexual. Puede producir, también, unos intensos y nocivos efectos secundarios: enrojecimiento de la cara y el cuello, dolor de cabeza, náuseas, vómitos, aumento de la frecuencia cardiaca e hipotensión.
El producto se puede encontrar por internet con relativa facilidad. Como se produce y se comercializa fuera de España, las autoridades cuentan con muchos problemas a la hora de detener su distribución y su entrada en el país. Cada bote apenas cuesta unos 11 euros, y sus efectos resultan absolutamente devastadores.
Al contar con la prueba de este producto, los agentes pudieron comenzar a tirar del hilo y consiguieron enviar el caso a los juzgados. A las pocas semanas, una amiga de P. denunció un caso similar, perpetrado también en una discoteca. El presunto segundo agresor pertenecía al círculo más cercano de amigos del primero. Los agentes sospechan que el producto utilizado en este caso concreto es también el Fetish, el mismo producto que en el primero.
La noche en la que la que la joven P. sufrió la agresión está, todavía a día de hoy, repleta de lagunas que la joven no sabe como rellenar. Sucede lo mismo con el caso de su amiga. Ahora serán los agentes y los tribunales quienes determinen lo que pasó. Cómo fueron violadas. El modo en que ambos agresores se aprovecharon de ellas. El proceso judicial continúa.