La historia de la casa italiana Dolce & Gabbana parece ser cada vez más amarga. La creatividad de los diseñadores Stefano y Domenico y su capacidad para atraerse a todo el universo celebrity, hasta incluso hacerlos desfilar en las presentaciones de sus colecciones, parece no tener límites. ¿Hasta ahora? China se ha interpuesto en un camino que ha sabido combinar una alta costura y prêt-à-porter exuberantes con la maestría para la provocación y el escándalo más o menos meditado.
¿Será Shanhgái el Waterloo de estos napoleones de la moda?
Nunca una polémica ligada a Dolce & Gabbana había acabado con la suspensión de un desfile. Ha ocurrido con el que estaba previsto que sucediera en la icónica ciudad de Shanghái y por la polémica que unos llamarían nacionalista y otros (muchos) racista, entorno a unos vídeos en el perfil de Instagram de la marca que publicitaban con humor el evento.
En ellos, una modelo china vestidísima de la marca se afanaba en disfrutar de una pizza o un cannolo, referencias obvias de la gastronomía italiana, ayudada sólo de unos palillos chinos. De la dificultad (inténtenlo en casa) surgía la comicidad... o el agravio. Vean y juzguen.
El caso (o la cosa) empeoró tras la difusión de los pantallazos de una supuesta diatriba en Instagram entre Stefano Gabbana y un seguidor, en la cual este último usaría el emoticono de la caca sonriente para denostar a China. Según posteó luego la firma en esta red social, esa intervención era falsa y fruto de un hackeo de la cuenta: "Lamentamos los inconvenientes causados por estas publicaciones no autorizadas. Sólo tenemos respeto por China y el pueblo chino", comunicaron desde la marca.
Pero como se ha dicho, no es la primera vez que la casa italiana se ve envuelta en una polémica, hoy calificada de racista, pero en más de una ocasión señalada como violenta y, sobre todo, machista (más allá de su apoyo a Maluma). Así pasó, en 2006 con su campaña para la colección de hombre otoño-invierno 2006, fotografiada por Steven Meisel, en la que unos veían una glorificación impúdica del asesinato y Dolce & Gabbana el homenaje a los cuadros de Delacroix y David.
Una estética que siguieron apurando hasta el abismo el año siguiente con una imagen de Steven Klein que ya entonces, y vista desde un presente post-lamanada, se veía como una estilización de una violación en grupo.
Años más tarde, sería la serie de imágenes costumbristas de su amiga Madonna, retratada por Klein en un precioso blanco y negro neorrealista, echaron más leña al fuego sobre la posible consideración tradicional de la mujer como una bella ama de casa... y nada más.
Más allá de la moda y su marketing, los diseñadores se han visto envueltos en otras polémicas de paisano. Como la durísima acusación de evasión de impuestos del fisco italiano, que primero acabó en condena (pagar 343 millones de euros y pena de cárcel) y años después, en 2014, en un veredicto de inocencia.
Pero más escandalosa fue la declaración de los diseñadores, pareja creativa y sentimental, además de iconos gay, contra la adopción de niños o la paternidad subrogada por parte de homosexuales. Una postura que matizaron ("Nunca fue nuestra intención juzgar la elección de otras personas. Creemos en la libertad y en el amor"), pero que despertó un boicot promovido por Elton John y al que se sumaron nombres como Ricky Martin o Martina Navratilova.
Boicot es la palabra que más han tenido que escuchar la marca últimamente. Por ejemplo, cuando rompieron ellos mismos el cierre de la moda a vestir a Melania Trump una vez esta se convirtió en primera dama. La decisión despertó la oposición de muchos de sus fans, famosos o no, que se mostró incluso en uno de sus desfiles, cuando el rapero Raury protestó contra la firma mientras caminaba por su pasarela.
Stefano Dolce parece el más bocachancla de la pareja de diseñadores. Él ha sido el protagonista de otras diatribas en redes sociales, no tanto por lo que publica en su Instagram como por los comentarios que deja en otros que sigue.
Así ocurrió cuando llamó "fea" a Selena Gomez (a gustos, colores) en un post de la cuenta The Catwalk Italia, o dijo "no" a un look Saint Laurent de Kate Moss. En un universo que premia los likes indiscriminados antes que la crítica (despreciada directamente como hater), estos sucedidos se vuelven virales. Máxime cuando la firma cae en errores tan tontos como grafitear una de sus zapatillas con la frase bodyshaming “Soy delgada y guapa”.
Pero como contestó él mismo a Miley Cyrus en otro escandaloso diálogo sobre anti Trump: "Somos italianos y no nos importa la política, ¡y mucho menos la americana! Nosotros hacemos vestidos, y si crees que con una publicación estás haciendo política es que simplemente eres una ignorante. No necesitamos ni tus publicaciones ni tus comentarios, así que la próxima vez, por favor, ¡ignóranos! #boicot dolce gabbana".
¿Podría responder hoy lo mismo ante el gigante chino? En una firma que gusta de jugar con los límites de sus propuestas estéticas, parece ser que el gigante chino se les ha atragantado. Comido o no con palillos.