Por Susana Molina
Los abrigos abrigaban y las camisas blancas permanecían blancas. Parece lógico pero ahora no siempre es así. Hubo un tiempo en el que los tejidos tenían una calidad superior a la que acostumbramos a tocar hoy, y en cada prenda se empleaba una técnica de confección extraordinaria. ¿Qué quedó de aquella forma de consumir moda? “La gente cada vez valora más la calidad y que son prendas únicas. Tienen ya mucha confianza en este tipo de mercado que hace unos años estaba como mal visto y ahora no, todo lo contrario”, la que habla es Cristina, una experimentada compradora de ropa de segunda mano y artífice de la cuenta De su padre y de su madre, un escaparate de piezas vintage que en cuanto salen a la venta vuelan.
Pero este aumento en los compradores de ropa de segunda mano no solo tiene que ver con una nueva oportunidad de vestir, a un precio más que razonable, con la misma calidad con la que lo hacían nuestras abuelas, sino también con una forma de consumo responsable ante el problema medioambiental al que se enfrenta nuestra sociedad. Así es como lo ve Ariane, cofundadora de Imparfaite, uno de los mayores marketplace especializados en ropa vintage que reúne a más de mil vendedores profesionales en Francia: “Es el momento de repensar nuestra forma de ver la moda y de poner fin a las dos últimas décadas de moda desechable. Comprar ropa de segunda mano nos permite tener acceso a ropa de una calidad increíble a precios asequibles”.
No todo iba a ser tan bonito. La idea romántica que tenemos sobre vestir de segunda mano no es tan fácil de alcanzar, sobre todo si no se tiene experiencia en la materia. “Si no te has iniciado nunca, comprar de segunda mano puede resultar abrumador rápidamente ya que requiere tiempo y paciencia. Encontrar piezas vintage bonitas en buen estado lleva mucho tiempo y pasión. En 60 kilos de ropa sueles encontrar solo una sola pieza”, añade Ariane, que revisa cada una de las prendas y accesorios que los expertos suben a su web. Precisamente por lo abrumador de la situación, hemos preguntado a estas expertas, para que alcanzar el éxito comprando de segunda mano nos resulte un poco más sencillo.
Es la eterna duda para las no iniciadas en el mercado de segunda mano. ¿Invertir en una prenda importante? ¿Quizás probar primero con algo más liviano? Ariane lo tiene muy claro: “Un abrigo de borrego y un par de Levi´s 501 son un must-have para las próximas tres décadas”. Precisamente en Imparfaite esas dos prendas forman la lista de bestsellers junto a las chaquetas de tweed y las austriacas.
Las clásicas chaquetas de lana procedentes del Tirol parecen estar disfrutando de una segunda vida. Cristina también ve como vuelan cada vez que llegan a su tienda: “La austriaca es una prenda que me encanta. También recomendaría comprar una pelliza. Creo que es una prenda que abriga y que te la puedes llevar de viaje para hacer turismo o para ir por la noche arreglada. Y tienen una resistencia impresionante. También suelo invertir en una gabardina”.
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“Es un poco de sentido común. Mirar las etiquetas, la calidad, el tacto… Hay que tocar la ropa y tener el contacto para ir aprendiendo a diferenciar lo que es una calidad de otra. A mí esto me ha ido pasando con el tiempo. Al principio no tenía tanta práctica y habría prendas que no distinguiría pero ahora me voy dando cuenta: las lanas y las bolitas, que un tejido se arrugue… Por ejemplo, a la hora de buscar una camisa siempre busco una prenda que sea práctica, que la puedas lavar mucho y que siga estando bien. Al ser prendas antiguas si ves que tienen buena pinta con el tiempo es que es de buena calidad”, explica Cristina, que después de tantos años de mercadillo en mercadillo ha desarrollado un sexto sentido para la ropa vintage. Ahora ella hace de primer filtro y selecciona lo mejor para sus clientas. Por eso al principio es recomendable acudir a las tiendas en las que la ropa ya ha sido seleccionada por un experto. “Los profesionales fijan sus precios según la exclusividad de la prenda, el material, la década en la que se hizo, los detalles, la marca y el estado en el que está actualmente. En Imparfaite, 54 euros es el precio medio, incluidos abrigos y piezas de diseño”, añade Ariane.
Con mayor motivo deberíamos acudir a un experto si no estamos seguras. Ariane nos garantiza que solo trabajan “con vendedores profesionales que saben autentificar las piezas. Nuestro equipo además revisa los productos uno por uno antes de ponerlos a la venta”. Aun así, Cristina nos ofrece algunas pautas para saber identificar una pieza de marca: “Yo creo que las falsificaciones se notan. Hay que mirar los forros, las trabillas, los botones... Hay que mirar que sean de la marca, y ver la calidad de la prenda. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que en una gabardina el paño de las antiguas es totalmente diferente al de ahora. Incluso en la misma marca las gabardinas que hacen ahora no son como las de antes. Las gabardinas que hacía El Corte Inglés en los años 80 son del mismo paño que las de Burberry”.
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“Las tallas varían muchísimo porque normalmente una 42 puede ser una S actual. Creo que la altura es la pieza fundamental a la hora de comprarte una prenda de segunda mano. Si eres una chica alta —seas delgada o un poco más ancha— casi todo te va a caer bien porque todo tiene mucha caída. El tema del hombro también es muy importante, más que la talla en sí. Si una chica de una talla 34 es alta y tiene espalda se puede poner una talla L, en cambio una chica de una talla M si tiene poco hombro no la va a defender igual. En la ropa de segunda mano los hombros están muy marcados —lleven hombreras o no—, y la que tenga más espalda que no tenga miedo a una talla grande porque le va a quedar bien”, explica Cristina. Con el paso del tiempo, la responsable de De su padre y de su madre ha descubierto ya sus propios trucos. Bastante valiosos, por cierto. “He descubierto en esta experiencia que el cinturón de la gabardina me gusta que esté en la cintura, debajo del pecho. Esa es la clave para que la gabardina estilice. Así es como quedan las que ves en las películas que llevan, por ejemplo, Audrey Hepburn. Y no en la cadera, que es donde suelen estar y que nos hace más anchas. Incluso de alguna que ya tengas, si puedes descoserlo y subirlo tres dedos hacia arriba te va a cambiar”.
La pregunta parece una obviedad y, sin embargo, quizás, después de escuchar a Ariane, deberíamos formularla al contrario: “En Imparfaite toda la ropa que vendemos ya está lavada. A diferencia de la ropa nueva que todavía tiene productos químicos y siempre debe lavarse antes de usarla”.
Por el contrario, Cristina prefiere lavar antes de usar, sobre todo para que la prenda mejore su aspecto: “Aconsejo lavar siempre que compremos de segunda mano, especialmente los abrigos, con ese toque de la tintorería siempre van a quedar perfectos. Una limpieza en seco y un buen planchado. Merece mucho la pena”.
Lo mejor parte de comprar ropa de segunda mano es que ya sabes cómo se comportará en un futuro. Olvídate de esa incertidumbre que genera un jersey nuevo al no saber si envejecerá con o sin bolitas porque el vintage ya ha mostrado su peor o mejor cara con el paso de los años. Aún así, unos cuidados extra siempre son recomendables. Ariane nos anima a lavar a máquina, pero leyendo detenidamente las etiquetas, y a evitar usar la secadora, mientras que Cristina explica que “la lana creo que con airearla es suficiente y las blusas, aunque sean de poliéster, es un poliéster antiguo que aguanta muchísimo los lavados. Las camisas blancas de ahora, en el momento en el que las lavas mucho se amarillean, enseguida van perdiendo la calidad pero estas blusas antiguas, como estaban hechas para ponértelas a menudo, es ropa muchísimo más resistente en todos los sentidos”.
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Ariane y Cristina coinciden. La cofundadora de Imparfaite dice: “Si quieres hoy llevar ropa de calidad sin arruinarte, la mejor opción es comprar vintage. Los detalles y materiales que llevaban nuestras abuelas son increíbles”. Mientras que la propietaria de De su padre y de su madre añade: “Antes se dedicaba mucho más tiempo a la producción, se valoraba más la calidad. Ahora valoramos más la imagen, la estética. Nuestras abuelas cuando iban a comprar estaban buscando una prenda que les durara. Ese componente se daba por hecho más que ahora”.
¡No lo hay! “Esa es la magia de lo vintage. Puedes usarlo de la cabeza a los pies y sentirte increíble”, dice Ariane. Por su parte, Cristina confiesa que incluso se ha atrevido ya con la ropa de baño: “Te diría que no compraría nunca un bañador y al final lo compré. El bañador antiguo se adapta a tu cuerpo, no tu cuerpo al bañador. Los zapatos, también. Todo es empezar. Con una buena selección estoy dispuesta a comprar cualquier cosa. En el momento en el que te lo pruebas, ves que te queda bien y que es de buena calidad, ya no tienes ningún tipo de prejuicio”.