Durante años, el método para comprar un par de zapatos era el siguiente: acudíamos a la tienda, seleccionábamos los que más nos gustaban, nos poníamos uno, presionábamos con la mano en la punta para ver si el dedo gordo tocaba el borde, caminábamos un poco y, no muy convencidos, nos quedábamos con los que mejor se adaptasen. Y si no había ninguno que encajase exactamente con nuestra talla, utilizábamos la estrategia de seleccionar el más pequeño porque, ya se sabe, da de sí.
¿Adivinan? Lo estábamos haciendo mal. Como explica en un reportaje publicado en 'Business Insider', Ryan Stowe, experto en calzado de la compañía Allen Edmonds, hay un problema que comparten entre el 75 y el 80% de los hombres que acuden a su tienda a comprar zapatos de primera calidad, y es fijarse únicamente en el largo del zapato y pasar por alto el ancho.
“Un momento”, dirán muchos. “Claro que pasamos por alto el ancho, porque la talla sólo hace referencia al largo”. Y será verdad, pero a medias: cada vez son más las marcas –muchas de ellas, deportivas, pero también de zapatos de vestir– que ofrecen productos con distintas longitudes y anchos, que generalmente, suelen utilizar una medida en letras: el D es la media en el calzado masculino y el B en el femenino. Cada letra supone medio centímetro, por lo que aquellos que tienen el pie un poco más estrecho o más ancho pueden probar con las letras más cercanas.
“Por lo general, llevamos zapatos que son demasiado grandes”, señala Stowe, que afirma que, aunque pensemos que no se nota. La estrategia que él utiliza para comprobar el tamaño del pie (no sólo en cuanto a anchura, sino también en longitud) es medir la distancia que hay de los dedos hasta el talón así como desde el borde tercio anterior del pie (la parte más ancha del mismo) hasta el talón, y que no siempre mide lo mismo.
Cuando el calzado no es del tamaño idóneo, aparecen dobleces tanto en la superficie del zapato como en la suela, signos de que no encajan perfectamente
El futuro, asegura, son los zapatos que permitan repartir mejor el pie dentro del espacio del zapato. En muchas ocasiones, basta con encontrar calzado que tenga el mismo volumen que nuestro pie y que garantice que la relación longitud / anchura es la correcta: por lo general, tendemos a conformarnos con que nos encaje, sin reparar en si el zapato queda abombado (porque nos queda estrecho) o demasiado amplio. El propio Stowe explica en otro reportaje cómo podemos saber si los zapatos no tienen el tamaño correcto: